****
El argentino Sebastián Borensztein repite con Ricardo Darín, con quien ya trabajó en Un cuento chino y Capitán Kóblic, en esta comedia dramática en la que también aparecen Luis Brandoni y Chino Darín.
En la Argentina del 2001, un grupo de tipos humildes deciden unirse para montar una cooperativa y comprar un almacén de grano cercano a su localidad. Pero un banquero y su abogado aprovechan el corralito para quedarse con su dinero. Sin embargo sospechan que esconden el botín en un zulo y pretenden robarlo.
La película pasa del drama inicial a una comedia de robos que vendría a ser una especie de Ocean’s eleven con pringaos. Aquí no hay tipos de americana y corbata, son gente de pueblo entre los que figuran un anarquista o dos hermanos con pocas luces.
El grupo está formado por individuos muy pintorescos, pueblerinos, paletos, pero también muy entrañables. Te identificas con ellos y deseas que todo les salga bien.
Es un elogio de los olvidados, de la gente que pasa por la vida sin hacer ruido y que decide dar un golpe encima de la mesa y dar la vuelta a su destino.
Podría ser uno de los Relatos salvajes pero con elementos de justicia social.
Resulta curioso como pese a que Darín sigue de buen ver no le pone, como en las películas americanas, como esposo de chicas 20 o 30 años más jóvenes, sino una mujer de su edad.
En el filme también tiene un papel importante Chino Darín, hijo de Ricardo en la ficción y en la realidad. Ambos también son productores de la película.
No os vayáis antes de tiempo. Tras los primeros créditos hay una escena adicional.