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Continuación de la exitosa Pequeñas mentiras sin importancia firmada igualmente por Guillaume Canet y con el mismo grupo de actores: François Cluzet, Marion Cotillard, Benoit Magimel y Gilles Lelouche, entre otros.
El grupo de amigos aparece inesperadamente en la casa de veraneo de su compañero para darle una sorpresa por su 60 cumpleaños y planean pasar allí unos días. Pero él pretende vender el chalet porque tiene dificultades económicas y no quiere que lo sepan porque todos guardan buenos recuerdos de su estancia allí.
Como la primera entrega combina con inteligencia la comedia y el drama, aunque ahora resulta algo más amarga y desencantada.
Los personajes han cambiado, ya son más mayores, algunos tienen hijos (que aportan algo de ternura al guion), otros han cambiado de pareja y hasta habrá nuevos enredos amorosos entre ellos.
Uno de ellos incluso tiene un bebé y una niñera malhumorada encargada de cuidarlo.
Hay un gran contraste entre el protagonista, siempre enfadado (lo que provoca los mejores gags) y escondiendo sus deudas y sus amigos, que solo quieren divertirse.
También se incorporan las nuevas tecnologías como los móviles o las redes sociales que no estaban tan presentes en el filme de 2010.
En el tramo final hay escenas casi de acción donde los protagonistas se lanzan en paracaídas y deben hacer un rescate naval y da la impresión de que no hay truco y requirió mucho esfuerzo por parte de los actores.
Al igual que el filme original, la banda sonora está repleta de grandes éxitos como Don’t go breakin’ my heart o Girls just want to have fun. Hace años hubieran hecho un buen negocio sacando el disco.