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El director israelí debutante Ofir Raul Graizer firma este drama con detalles gastronómicos protagonizado por Tim Kalkhof (visto en la serie El lugar del crimen), Sarah Adler (Nuestra música, Foxtrot) y Roy Miller.
Tras descubrir que su amante, un ingeniero israelí, ha fallecido, un pastelero berlinés decide dejar la capital alemana y trasladarse a vivir a Jerusalén, donde residen la esposa y el hijo de su pareja. Allí acabará trabajando en el bar de la mujer y lo convertirá en el local de moda gracias a sus deliciosos dulces.
Drama tierno y amable que no esconde la crítica al inmovilismo social en muchos aspectos de la vida israelí como la sexualidad o la excesiva rigidez a las costumbres culinarias como el kosher.
Por el contrario, la película es comprensiva con los problemas de sus dos protagonistas, a los que trata con cariño y respeto.
Los actores encajan perfectamente con sus personajes y consiguen que el público se identifique con ellos. Consiguen que solo con sus gestos, sin siquiera palabras, sepamos lo que están pensando y sintiendo.
Debe verse en versión original, ya que se habla en tres idiomas: alemán (el chico), hebreo (la esposa y sus amigos) e inglés (entre ellos).
Conviene ir a la proyección con el estómago lleno, ya que en caso contrario nos entrarán muchas ganas de comer galletas o los tartas de Selva Negra que se muestran. En caso contrario, mejor reservar mesa para luego en una pastelería.
Podria recordarnos a Chocolat desde el punto de vista de alguien que, gracias a sus pastelitos, cambia la vida de las personas, e incluso a la reciente Una pastelería en Tokio, donde una anciana revolucionaba a la clientela de un establecimiento con sus dorayakis.
La curiosidad: la protagonista, Sarah Adler, parece la versión israelí (aunque nació en París) de Charlotte Gainsbourg (Melancolia, Nymphomaniac) y sufre igual de bien.