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Bryan Singer (Sospechosos habituales y director de tres entregas más de los X-Men) firma este filme de aventuras protagonizado por James McAvoy, Michael Fassbender, Oscar Isaac, Jennifer Lawrence y Rose Byrne, al frente de un interminable reparto.
Los X-Men se enfrentan a un legendario y poderoso mutante surgido en el antiguo Egipto que ha reclutado a algunos de ellos para destruir a la humanidad y crear un nuevo órden mundial.
Es el cierre de esta segunda trilogía de los X-Men que funciona como precuela de la anterior.
Como ya ocurrió con X-Men: la decisión final, la última entrega de la trilogía es la más floja de todas. Prevalecen los efectos especiales por encima de un guion demasiado irregular y con trozos algo aburridos.
El prólogo ambientado en el antiguo Egipto es muy espectacular (puede recordar a la nueva versión de La momia) y parece augurar un buen filme. Lástima que la atención vaya decayendo por momentos.
Cabe recordar que los X-Men surgieron, cinematográficamente, en el año 2000, mucho antes de la moda reciente de acumular superhéroes en la pantalla como Los Vengadores y sus sucedáneos.
Pero tiene el mismo problema que la saga de Iron Man y Capitán América, tanto héroe por metro cuadrado acaba provocando un cierto hastío y que sea difícil identificarse con ellos ya que se reparten el metraje entre todos y destacan poco.
Atención al look del Rondador Nocturno: me recuerda a Prince con la chaqueta de Michael Jackson en Thriller.
Una de las escenas más impactantes es subrayada con la canción de Eurythmics, Sweet dreams.