****
Paolo Sorrentino (La gran belleza, Il divo) firma este drama otoñal protagonizado por Michael Caine, Harvey Keitel, Rachel Weisz, Paul Dano y Jane Fonda (nominada a los Globos por un brevísimo papel).
Un compositor y director de orquesta retirado pasa una temporada en un balneario de los Alpes en compañía de su hija y de su amigo y consuegro, un realizador cinematográfico que escribe un nuevo guion con la ayuda de unos jóvenes. Al grupo se une un joven actor junto al que miran con escepticismo a los otros clientes.
Una película muy especial, poética, algo dispersa y menos pretenciosa que La gran belleza. Si aquella era una especie de homenaje a La dolce vita, aquí los personajes de Caine y Keitel parecen rememorar el 8 y ½ de Fellini.
Es una fiesta para los sentidos, sobre todo a nivel visual (con originales escenas oníricas e imágenes muy potentes) y auditivo (combina canciones de diferentes estilos que culminan con el delicioso tema final, también nominado a los Globos de Oro).
Guste o no, el filme es una gozada ver a sus grandes actores en acción, aunque viendo a Michael Caine parece que haya buscado la versión anglófila de su actor fetiche (Toni Servillo).
Sorprende que casi todos los clientes del hotel sean artistas o famosos (hay un futbolista argentino obeso, clara referencia a Maradona).
Ofrece interesantes reflexiones de los ancianos sobre el paso del tiempo y las secuelas del pasado.
Atención a un insólito concierto de vacas y cencerros. Ver para creer.
La frase: “La libertad es una perversión”.